Asistí este año al tradicional ofertorio albercano –es tiempo de flores en mayo y son flores de lo divino– que tiene lugar en la Plaza Mayor de La Alberca y sus principales calles y placitas, hechas altares y jardines de mayo. Su iglesia matriz y su ágora se engalanan y visten de flores, flores de lo divino para recibir la corporeidad de Cristo. Los lugares más emblemáticos de la capital serrana, como la Iglesia de Nª. Sra. de la Asunción, la Plaza Mayor, la Plaza de San Antonio o la Calle Pedragal son paradas obligatorias de su procesión santa y de capas.
La imagen de lo divino se consolida un año más en la villa albercana por el Corpus. Es un canto ritual, un momento cantado a lo divino por las flores y mantos de La Alberca. Esta fiesta conforma el marco perfecto necesario para entender por qué La Alberca es un referente en tradiciones ancestrales y religiosidad. La imagen floral que se contempla en esta festividad religiosa invoca a lo divino, a la Gloria, y es, claramente, una experiencia estética. La belleza es revelada, la hermosura es así contemplada, la beldad de lo divino se hace albercana.
¡Es La Alberca bella y celestial, la villa divinal y floral!
Por Sergio Rodero, escritor y profesor de Filosofía de la Universidad de Salamanca
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